sábado, 4 de septiembre de 2010

la libertad en tu cuello

Tú creías que sería en un día metódicamente especial. Yo sabía que el nacimiento de la libertad de tu cuello crecería solo cuando no te mirase. Bajo, quizás y sin excepción, la rama de algún árbol. De noche. En silencio. Bajo condiciones de amor inhumanas. Bajo el interés de la vida.

Comenzó a darte problemas por la parte superior. Lo aquejabas a tus orejas, siempre dispuestas a deformarse hacia el sur sin avisos ni condiciones. No eran tus orejas. Me dijiste que mirase tu nuca. Miré y no ví más que otras veces. Miré y solo observé la fricción de tus uñas contra tu picor lumbar. Tu cuello, y tú creías que sería en un día especial, se iba poco a poco, porque no le habías dado la libertad que necesitaba. Tú lo sentías y sabías que algún día, ése que te hacía mirar hacia delante, hacia la derecha o la izquierda, aquel que dirigía tu mirada hacia las faldas, las mierdas en el suelo o al espejo de los escaparates, ese.. se iría sin dejar rastro. Tan solo un aspecto físico más o menos adecuado y sostenible. Pero el cuello estaba evidentemente cansado de llevar las riendas de tu vida. De ser la mujer de tu vida. De no tener el reconocimiento que se le debe a un alma. Miré hacia atrás y solo alcancé a ver gente perdiendo sus cuellos, pero manteniendo sus formas. Intenté mirar el mío. No pude, no lo ví. Nunca supe si también se fue en busca de libertad y si alguna vez me hizo ver lo que debía mirar.

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